osé Gregorio Hernández y la cirugía psíquica inmaterial
0:32La historia lo define como: “Médico, científico y filántropo”. Así fue la vida de uno de los más apreciados benefactores de la comunidad científica venezolana. Nacido en un hogar modesto, se convertiría probablemente en el más importante precursor de la investigación experimental en su país: sus estudios de medicina en Venezuela, y de histología y fisiología en Francia, lo convirtieron en uno de los pioneros de la medicina moderna de su país. Su profunda vocación católica respondió a la formación de su hogar materno, por lo que llegó a hacerse miembro de la orden cartuja en Lucca, Italia, donde permaneció sólo nueve meses ya que por motivos de salud hubo de regresar a su natal Venezuela donde murió accidentalmente arrollado por un automóvil en 1919.
La pérdida de uno de los más queridos hijos de Venezuela apesadumbró a vastas regiones que habían encontrado en su práctica un modelo de servicio. Su ascendencia colombiana se unió a este lamento y el homenaje cotidiano de las familias se convirtió rápidamente en un culto que se veía engrandecido con experiencias anecdóticas de todo tipo, desde agradables eflorescencias y perfumados ambientes ante la evocación “religiosa” de su nombre, a sanaciones testimoniales que fueron ensalzando su nombre hasta convertirlo después de su muerte en uno de los mas prolijos “santos” milagrosos de la cultura colombo – venezolana. Es así como hasta nuestros días se promueven asombrosas cirugías hechas a mano fuera de los centros quirúrgicos tradicionales por presuntos intermediarios en su nombre. El hecho fundamental es que lamentablemente, un culto científico se transformó en uno de los más grandes íconos de la pseudomedicina latinoamericana.
Este hecho arraigado en la cultura popular Bolivariana ha hecho incluso que Juan Pablo II lo haya declarado “venerable” en 1996; uno de los primeros pasos en el largo camino a la santificación. No obstante, la posición eclesiástica moderna tiene sus opiniones cautas al respecto: existe una corriente contracultural católica que quiere apartar al hombre del mito para evitar crear un elemento de desviación pagana sobre la santidad sugerida de este galeno.
Gran parte de los milagros adjudicados a este médico se basan en un problema de percepción llamado “sesgo de información”, que consiste en validar los conceptos que se han adquirido a través de la cultura (especialmente en la niñez cuando somos impresionables) con relatos anecdóticos que confirman lo aprendido, a la vez que se desechan conceptos contrarios sin considerarlos, en una clara violación al razonamiento científico. Eso y la necesidad sentida de nuestros pueblos latinoamericanos en cuestiones de salud, nos hace propensos a magnificar de forma sencilla los eventuales relatos de sanaciones milagrosas; la pobreza y la poca penetración de los servicios de salud en nuestras comunidades invitan a depositar en la fe asuntos de salud que debieran ser manejados por personal calificado.
La información internacional es más desalentadora aún, ya que la falta de recursos no es el único sustrato para la creencia en lo paranormal o en actividades tradicionales no científicas. De hecho, se ha encontrado que la educación sola no garantiza la aplicación adecuada de los conceptos científicos, ni siquiera por profesionales en el área de la medicina. Algunos estudios demuestran que la medicina alternativa alcanza un 89% de respetabilidad entre los bachilleres, y se incrementa hasta un 92% entre los profesionales1.
La necesidad de aplicar el razonamiento científico en la información que pulula en los actuales momentos se hace más que necesaria, el desgano progresivo de la investigación a través de varias fuentes se abandona con inusitada frecuencia y es reemplazado por la desinformación y las creencias fútiles, que abundan en estos tiempos del Internet y el facilismo mediático.
Entre la desinformación paranormal, se atribuye a José Gregorio Hernández el famoso fenómeno de la “cirugía psíquica”. Ésta consistiría en una presencia invisible del candidato a santo que practicaría una cirugía donde extrae, según los relatos más inverosímiles, trozos de tejidos sangrantes, o grandes cantidades de fluidos presuntamente del “paciente”. Entre éstos se encuentran litros de fétidos orines, volúmenes desproporcionados de materia fecal o en el mejor de los casos, gasas ensangrentadas que serían evidencia física del milagro realizado por el médico. Estas pruebas irían en respaldo del testimonio obtenido mientras la víctima atribulada se recupera de un sospechoso sopor.
Primero necesitamos definir qué es cirugía psíquica. Desglosémoslo con ayuda del diccionario de la Real Academia.
Cirugía: Parte de la medicina que tiene por objeto curar las enfermedades por medio de operación.
Operación: Ejecutar sobre el cuerpo animal vivo, con ayuda de instrumentos adecuados, diversos actos curativos, como extirpar, amputar, implantar, corregir, coser, etc., órganos, miembros o tejidos.
Psíquica: Perteneciente o relativo al alma
En pocas palabras, es una operación que involucraría un “alma superior” a través de la cual ocurre un fenómeno de desmaterialización-materialización del ejecutante que le permitiría acceder al interior del cuerpo del paciente usando sólo sus manos desnudas. Así, lograría extraer tejidos de presunto origen humano que serían el motivo de consulta del “paciente”: problemas como cáncer u otras dolencias graves se eliminarían sin que el procedimiento dejara huella alguna en la piel, sin necesidad de anestesia, y sin dolor para el paciente, a menudo despierto.
Lo inusual del caso que nos ocupa es que combina esta práctica tradicional filipina, con la participación del difunto José Gregorio Hernández, quien en un deslumbrante acto de materialización se presenta (invisible al ojo humano) para ejecutar dicho acto que para los creyentes resulta irresistible y causa profundo convencimiento de los beneficios milagrosos de esta práctica. Esta ha sido la carta de presentación más fuerte que se ha arraigado en el imaginario colectivo para lograr que el Vaticano inicie el largo camino que podría terminar certificando la proclama general de los pueblos colombo-venezolanos: la santificación.
Cuando se analiza detalladamente los acontecimientos de estos actos, es notable la secuencia absurda y asistemática; sorprende que se afinquen en la mente de los creyentes unos mitos tan incoherentes, pues en la mente de alguien libre de prejuicios, el simple análisis semántico de estos términos asuela la propuesta y deja manifiesto lo insostenible de dicha creencia.
Se puede acceder a vídeos de “curanderos” tailandeses, filipinos y brasileños, donde se documentan estas técnicas escalofriantes que son las que terminan convenciendo a los espectadores poco formados en las artes de la prestidigitación.
En estas filmaciones se aprecia cómo el “cirujano” antepone la menos diestra de sus manos con apósitos de gasa para camuflar técnicas en las que los dedos e incluso la mano completa aparentan penetrar a través de la piel, generalmente en la cavidad abdominal. Simultáneamente mana sangre en una cantidades variables, dependiendo del charlatán, para impresionar aún más a los presentes, cuidando de no caer en la vulgaridad de lo intolerable mientras hurga con violencia despreocupada, propia más de un carnicero que del más elegante cirujano, el “interior del cuerpo” hasta extraer largas tiras de tejidos o amasijos sanguinolentos de presuntos tumores. Todo culmina tirando lo recogido en un balde que rápidamente se saca de la escena y procediendo a una limpieza exhaustiva del área accedida, ahí si bajo la mirada directa del público expectante, que permite corroborar que no hay herida, ni cicatriz evidente de tan prodigioso acto. ¡Fantástico!
La sociedad norteamericana ha acogido estos charlatanes con alegría y desparpajo. En la década de los 70 y 80 el supuesto mentalista Uri Geller que fascinó a los norteamericanos con sus trucos mediocres con llaves, cucharas y relojes, eclipsó parcialmente la buena estrella de Arigo, paradigma de los cirujanos psíquicos, aunque no lo suficiente: el actor Andy Kauffman, que representaba el papel de Latka Gravas en la popular serie de los años 70, Taxi, cedió a la tentación de ir a los curanderos filipinos para curarse de su cáncer, con un desenlace fatal.
Ni la muerte de Kauffman, ni el desenmascaramiento de Arigo y Uri por parte del notable escéptico James Randi en “The tonight show” de Johnny Carson 2 bastaron para eliminar la creencia popular en estos falsos fenómenos, lo que demuestra que aún frente a la evidencia más aplastante, el creyente se aferra a lo misterioso e ignora la evidencia doblegando su sentido común antes que reconocer su apego irracional.
¿Pero quién es este James Randi, que expuso, entre otros, a los curanderos filipinos y a Uri Geller? James “El Asombroso” Randi, es un ilusionista norteamericano que retomó el papel de Harry Houdini en el desenmascaramiento de charlatanes; es uno de los más prominentes escépticos modernos, y profundo conocedor de los trucos usados por los magos de todo el mundo. Ante cada farsante, ha presentado la explicación racional a sus supuestos poderes.
Desde hace décadas ofrece a través de su organización más de un millón de dólares como premio para cualquier persona que logre demostrar en condiciones controladas cualquier fenómeno paranormal 3. Él mismo ha demostrado cómo se realizan cirugías psíquicas en varios programas de televisión 4; ha sido autor de varios libros que desvirtúan misterios alrededor del mundo; usa el método científico y emplea su tiempo para acabar con la superstición y el robo sistemático que estos charlatanes perpetran sobre su público.
Con respecto a la adopción del médico venezolano por los practicantes de esta farsa pseudoquirúrgica, es necesario de todas formas, recalcar que el galeno venezolano nunca quiso ni propició en vida que su nombre se asociara con las prácticas seudocientíficas que algunos estafadores decidieron crear para lucrarse de la ingenuidad de la gente, y fomentar creencias dignas del medioevo en pleno siglo XXI.
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