Abakuá: el culto maldito

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Santeros, paleros, babalaos, espiritistas, y demás personajes que engloban la sincrética religión afrocubana coinciden en su respeto y temor hacia una sociedad secreta que, originada en los esclavos negros arrancados de Africa durante el siglo XV, ha persistido hasta nuestros días. Un culto más temido que el vodú, más rígido que el Palo Mayombe, más sangriento que el Candomblé, más estricto que la Santería… el culto Abakua. Mundo Misterioso ha viajado hasta el corazón de Cuba para informar en primicia sobre esta inquietante sociedad secreta. “No debéis meteros en ese tema, si os interesa la religión hay muchas menos peligrosas para conocer. Los abakua son muy estrictos, y no tienen reparos en matar a quien los ofende”. Quien esto nos advertía era Esteban, un respetado babalao de Guanabacoa.

“Los abakua son hombres muy hombres, y a veces tienen que demostrar su hombría matando. Además no les gustan los blancos, y menos españoles”. Esta nueva advertencia nos la hacía Rosa, una veterana santera de Trinidad.

“Aquí siempre se ha dicho que los abakua sacrificaban niños en algunos de sus rituales. Y la verdad es que, cuando se acercaban las fechas de sus celebraciones, aquí desaparecían muchos niños…”. Tan grave acusación nos llegaba de Gonzalo, un aséptico anticuario de un pueblo a 300 kilómetros de La Habana.

“Yo soy abakua, y sé que si alguien me ofende o me hiere tendré que matarlo. Sólo así los abakuas limpiamos nuestro honor”. Esta afirmación nos la hacía León, un joven negro de 2 metros, amigo y “hermano” cuya ayuda fue inestimable en nuestra investigación.

De todos los cultos y credos de origen africano que conviven en el Caribe: Santería, Vodú, Candomblé, Regla de Ocha, Palo Monte, etc, ninguno permanece tan secreto e inescrutable como la Sociedad Secreta Abakua o Ñañiguismo. Y ningún hechicero, brujo o chamán es tan temido y respetado como el abakua o ñáñigo.

Natalia Bolivar, prestigiosa investigadora cubana, autora del famoso estudio Los Orishas en Cuba escribía recientemente: “No pocos etnólogos y folkloristas cubanos y de otras latitudes han sentido alguna vez la compulsión de adentrarse en las prácticas y concepciones sacromágicas de la hermética y excluyente Sociedad Secreta Abakua, atípica respecto a otros exponentes de la religiosidad popular afrocubana en más de un sentido”. Y dice bien, ya que son muchas las diferencias entre el enigmático ñañiguismo y las demás religiones afrocaribeñas. Diferencias que se remontan al mismo origen histórico de los abakuas.

Un misterio que llegó de África
Hacia 1501 Portugal se convirtió en el primer importador de esclavos negros arrancados de sus países de origen en Africa, y vendidos como animales en el Nuevo Continente. Hombres, mujeres y niños de Nigeria, Costa de Marfil, la Cuenca del Congo, Senegal, Guinea Francesa, Dahomey, etc, fueron capturados y conducidos a países como Cuba, para ser vendidos como mano de obra a los civilizados hombres blancos.

Componentes de tribus tan diferentes como los ashanti, fanti, mina, mondongo, bangueda, mucaya, bisongo, motembo, mayombe, mani, kono, bámbara o mandinga, entre otras muchas, eran entremezclados y desnacionalizados, pasando a convertirse simplemente en “negros”, sin importar su rango social, tribu o nación de origen en África. Lacayos bámbara, guerreros congos, princesas lucumís… todos “disfrutaban” de un “socialismo” que los igualaba como individuos con las mismas obligaciones, todas, e idénticos derechos… ninguno.

Sin embargo todas esas tribus se llevaron consigo sus cultos y religiones ancestrales en las bodegas de los barcos negreros. Una vez llegados a su nuevo y triste destino, los esclavos se vieron obligados a sincretizar los dioses de sus panteones africanos con los personajes del santoral católico, para así, disfrazando a los orishas con identidades cristianas poder adorarlos. Así, Changó se sincretizó con Santa Bárbara, Yemanya con la Virgen de Regla , Ochun con la Virgen de la Caridad, Aggayú Solá con San Cristobal, Eleggua con el Niño de Atocha, etc. Y poco a poco el sincretismo católico fue fagozitando las originales tradiciones africanas.

Sin embargo un grupo de esclavos, provenientes de la región de Calabar (entre Camerún y el margen oriental del río Níger), especialmente indómitos y valerosos, portaban una religión especialmente estricta y radical; el ñañiguismo. Un ejemplo bastante elocuente de la crudeza de sus ritos iniciáticos en Africa era la costumbre de afilarse y partirse los dientes usando limas, martillos y cinceles. El rito de afilarse los incisivos en forma de V, usando limas triangulares o simplemente a golpe de martillo producía un dolor insufrible que, no obstante, los guerreros abakuas soportaban sin un solo lamento.

Lo mismo ocurría con los “rayamientos” (heridas que se hacían durante la iniciación en distintas partes del cuerpo), así como la mutilación de otras partes como seña de identidad tribal. Como apunta sabiamente el historiador cubano Enrique Sosa “estas costumbres -cicatrización y mutilación- no supervivieron en Cuba, y otras, como la antropofágia practicada por algunos grupos étnicos, sólo se conservaron bajo la custodia del recuerdo”. Los sacrificios humanos, y la antropofágia ritual, practicada en muchas tribus africanas incluidas tribus carabalíes, influyó sin duda en el terror y respeto que han inspirado e inspiran las sociedades abakua en Cuba.

Pero el origen exacto del credo ñáñigo hay que buscarlo en la leyenda mística que originó el misterio más celosamente guardado por los abakuas, llamada Sikanekue. La Sikanekue relata la historia de la bella princesa Sikán, hija del rey del pueblo Efor, quien cierto día se acercó al río para buscar agua en su calabacín. Cuando lo llenaba, accidentalmente atrapó y dio muerte al pez sagrado Tanze, voz de Abasí (la Deidad Suprema), y portador del Gran Misterio. Como castigo por su profanación, Sikán fue sacrificada ritualmente, y con su piel se cubrió el primer tambor sagrado (Ekwé), que solo podían ver unos pocos escogidos. A través del toque del sagrado Ekwé habla el mismísimo Abasí para trasmitir a los iniciados Abakua el Gran Misterio. A partir de entonces el Ekwé habría de ser periódicamente “alimentado”, regándolo con sangre humana (generalmente de guerreros congos) sacrificados por los temibles y legendarios “hombres-leopardo” africanos en sus escalofriantes ritos abakua.

Por su dureza y fiereza, no es de extrañar que los guerreros abakua capturados como esclavos y vendidos en Cuba con frecuencia escapasen de las plantacioes huyendo a los montes para vivir como en las selvas de África, llegando a veces a asesinar a sus amos blancos. Eran los cimarrones, negros rebeldes ocultos en las selvas y montes cubanos, que mantuvieron intactos los ritos y mitos ñáñigos traídos desde las tierras africanas, sin intoxicaciones católicas.

Sin embargo otros muchos abakua, que continuaban como esclavos, tampoco renunciaron a su milenaria religión, y estructuraron las bases de la sociedad secreta ñáñiga que mantenían en el más sepulcral secreto, oculta al hombre blanco.

El odio, la frustración y la rabia contenidas entre los grilletes de esclavo, canalizaban la energía de los negros abakua en pruebas iniciáticas de gran crueldad y dureza. Y no es de extrañar que los cronistas de la época atribuyesen a los ñáñigos todo tipo de crímenes y pruebas sangrientas. En una noticia publicada el 10 de marzo de 1812 en el periódico El Popular se afirmaba que la iniciación ñáñiga consistía en demostrar el valor matando a un semejante. Popularmente se suponía que ese asesinato tenía más valor si era el de un blanco, y mejor aún si era un español -copartícipe de la esclavitud en Cuba-. En otro artículo de prensa, esta vez publicado en 1898 en El Figaro, se aseguraba que ningún negro o mulato podía ingresar en el ñañiguismo sin prestar el juramento de odio a la raza blanca. Y si algún blanco intentaba ingresar en Abakua, antes debería renegar de su raza jurando odiarla a muerte…

Una hermandad secreta en el Caribe
A pesar de que la esclavitud no se abolió oficialmente en Cuba hasta la vergonzosamente tardía fecha de 1880 (aunque nunca debió haber existido), hacia 1812 y siguiendo una práctica de uso en Sevilla el gobierno español autorizó la creación de una original institución en Cuba; el cabildo negro. Como detalla el profesor Enrique Sosa, el cabildo negro preservó y difundió creencias, costrumbres, ritos, ritmos musicales, lenguas de varias etnias africanas, etc. Al amparo de esas asociaciones y “sindicatos” de negros se crearon también ordenes y sociedades secretas, como los Abakua.

A partir de 1830 comenzaron a instituirse en la legalidad los primeros cabildos y sociedades Abakua, que se ocupaban de luchar contra la esclavitud recaudando fondos para liberar a los hermanos aún esclavizados, protegiendo a las familias y viudas de los compañeros, ayudando a los enfermos, etc. Matanzas y La Habana fueron los primeros lugares donde se asentaron los templos abakua legales. El número de “potencias” (asociaciones abakua) creció rápidamente. Entre 1830 y 1836 se constituyeron 40 “potencias”, que en 1881 ya llegaron a 83.

Lo que había nacido como una hermandad mística de negros esclavos fue socializándose y abriéndose poco a poco. Y en 1855 se constituía la primera hermandad abakua de blancos. En su inmensa mayoría los componentes de estas potencias eran de las clases sociales más humildes que, sin embargo, demostraban el valor y la audacia más temerarios para poder ingresar en esta restringida hermandad.

Como apunta Natalia Bolivar, el orden colonial, temeroso del potencial de rebeldía de los abakua, parece haber perseguido a los mienbros de esta sociedad en la seudorrepública, en cuyo contexto fueron aún más vilipendiados y perseguidos que en la época colonial. A medida que crecía el poder de esta hermandad secreta, todo tipo de feroces crítica caían sobre ella, acusando a los abakua de antropofágia, sacrificios humanos, beber sangre de cristiano en sus rituales, etc. Sin embargo, y a pesar de que muchas de las afirmaciones vertidas sobre los abakua fueron calumnias y exageraciones, cuando el río suena…

En un escalofriante Oficio del Gobernador General de Cuba, redactado por el Jefe de la Policía -D. Manuel Asensio- redactado en 1876 se afirmaba, entre otras cosas: “El ñáñigo al presentarse en el lugar del sacrificio jura vendado beber la sangre del que no sea su hermano, siempre que se lo ordene su jefe, y para probar su valor ese día tienen que asestar por la espalda una o dos heridas al primer blanco que encuentre descuidado…”.

A pesar de lo aterrador de estas afirmaciones, probablemente exageradas, uno de los abakua que conocimos, a quien nos une una gran amistad, nos relataba que hace muchos años, en su iniciación, había tenido que herir a una persona tal y como afirma el oficio de 1876. Este joven abakua, un imponente prieto (negro) de más de 2 metros de altura, nos aseguró que su hermano murió cuando, a los 14 años, intentaba apuñalar a otro cubano durante su iniciación abakua, siendo correspondido en la agresión y perdiendo la vida en ella… (?)

A mediados del siglo XIX, en vista del temor que los antiesclavistas abakua despertaban en el gobierno español de Cuba, se prohibió oficialmente este culto a través de leyes como la del 14 de noviembre de 1842, la del 2 de agosto de 1872 o la del 8 de enero de 1877, sin embargo la asociación, más secreta que nunca, continuó existiendo en la clandestinidad. A pesar de que fueron detenidos y procesados cientos de ñáñigos, sus templos profanados por la policía y sus objetos rituales confiscados, el culto abakua continuó y continua perviviendo.

Su lucha contra la esclavitud, mayormente enfocada en la ayuda a los hermanos abakua y sus familias, realizó alguna tímida incursión en el terreno político, siempre tras el más sepulcral secreto. Pero la extraordinaria dureza de sus ritos iniciáticos limitaba el acceso a los abakua a una élite de varones especialmente duros, inflexibles e intolerantes.

Para los ñáñigos, la hermandad está por encima de todo. Sus secretos jamás pueden ser rebelados y la traición a ese pacto de silencio puede pagarse con la vida. Los ñáñigos honestos buscaban en abakua una realización personal que la sociedad les negaba, sin embargo el secretismo que rodeaba la orden atrajo hacia el ñañiguismo a numerosos delincuentes que encontraban en la radical discrección abakua cobijo a sus huidas de la justicia. No es de extrañar que a principios de los años 70, según el investigador Arístides Sotonavarro, “más del 90% de los jóvenes que han acogido la secta (Abakua) poseen antecedentes penales o son buscados por las autoridades. Estos son quienes resuelven los problemas “de hombre a hombre” y buscan la ocasión de tener “historia” (hechos de sangre) y después “jurarse”. Porque mientras no pisan “el talero” (la cárcel) no se consideran hombres “ranqueados” (probados)…”.

En este sentido Esteban, babalao y palero de Guanabacoa, gran amigo y “Padrino” nos confesaba que hace muchos años se preparó para iniciarse en el ñañiguismo, pero precisamente la crueldad e intolerancia abakua fueron las que le hicieron cambiar de opinión y enfocar su inquietúd religiosa por la Regla de Ocha y el Palo Mayombe.

Con consternación los abakuas más veteranos ven con desagrado como individuos pendencieros y violentos se han afiliado a las nuevas generaciones ñáñigas, a pesar de la meticulosa investigación que preceda cada iniciación.

En su obra más importante, El Monte, Lidia Cabrera cita el testimonio de un ñáñigo iniciado en 1897 que comentaba con satisfacción: “El miedo que nos tenían. Nombrar un ñáñigo era nombrar al diablo. ¡Ah, era muy grande ser abakua!”. En este sentido las cosas no han cambiado mucho. Un joven abakua de Alamar nos comentaba el inmenso respeto y temor que todavía hoy los cubanos sienten por los abakua. “Cualquier chica -decía a MÁS ALLÁ- está encantada de ser la novia de un abakua, porque saben que así todo el mundo la respertará y nadie se atreverá a faltarla al respeto. Nadie se mete con la mujer de un abakua porque sabe que eso podría costarle la vida…”.

Hombres de hierro, moral de acero
Los escasos conocimientos que se tiene sobre el culto abakua ha disparado la imaginación de muchos autores en todo el mundo. Durante los años setenta varios actores norteamericanos fallecieron en Cuba mientras intentaban interpretar personajes inspirados en los abakuas. Nosotros mismos recibimos varias amenazas al respecto de nuestra investigación.

Otro ejemplo, en la película Señalado por la Muerte de Steven Seagal se narra la historia de un grupo de narcotraficantes jamaicanos pertenecientes a la sociedad abakua, que no dudan en hacer sacrificios humanos en sus ritos. La historia de ese film está calcada de un lamentable caso real, el de un grupo de narcotraficantes que en 1989 asesinaron a más de una docena de personas en Matamoros (México) en ritos de magia negra. El líder era un joven cubano iniciado en la santería y el Palo Monte (probablemente abakua) por su madre, Adolfo de Jesús Costazgo.

No es de extrañar que tan extraordinarios personajes desaten la imaginación popular, ya que quien supera una iniciación ñáñiga es una especie de superhombre respetado y admirado por toda la comunidad.

En Trinidad, una hermosa villa colonial del centro de Cuba, nos entrevistábamos con Rosa, una veterana santera que siendo una joven había podido presenciar, a escondidas, una iniciación abakua. Según nos narraba Rosa, había sabido que aquella noche se ordenaba un nuevo ndisime (de ndisi, arrebato y me, ser paciente: ser paciente en el arrebato o soportar pacientemente los duros castigos de la iniciación), así que decidió esperar a la noche y esconderse entre unos arbustos para presenciar iniciación abakua. Hacia la media noche hizo su aparición la comitiva abakua, y Rosa siguió la espectacular procesión hasta las mismísimas puertas del cementerio (ver recuadro La Iniciación). Este valiosos testimonio nos permite comprender mejor la leyenda del abakua. Como Rosa repetía varias veces durante nuestra entrevista: “hay que ser hombre muy hombre para ser abakua…”.

El iniciado debe soportar seis, ocho, diez horas de rodillas sin moverse, debe “rayarse” infringiéndose heridas sangrantes en el cuerpo, debe beber la pócima ritual, y todo ello sin mostrar el mínimo temor.

Su juramento de fidelidad a la sociedad secreta es de por vida. En caso de traición el castigo podría ser la muerte en vida, siendo ignorado por toda la comunidad, o podría sucumbir ante los efectivos venenos preparados por los hechicero. Uno de los más crueles, afortunadamente apenas utilizado en la actualidad, tiene su ingrediente fundamental en la semilla del hermoso árbol framboyan (Delonix Regia), produciendo un auténtico destrozo del intestino. Al igual que los hungan y bokor del vodú o los chamanes soviéticos, los hechiceros de los “hombres-leopardo” africanos eran grandes conocedores de los venenos y secretos de las plantas.

Los secretos de la sociedad jamás pueden ser revelados al profano, y menos si es blanco. “Los secretos no se dicen ni a la madre de uno” -nos espetaba Sixto Contreras, abakua de 72 años iniciado hace 50. La “extraña jerga tomada del dialecto africano carabali” que utilizan para que nadie les entienda (según el Jefe de Policía Manuel Asensio) y que poco tiene que ver con el dialecto yoruba utilizado en las demás religiones afrocubanas; el extraño código de grafismos, firmas y señales con que se marcan los templos, rituales o nombres de espíritus (similar a los ve-ves vodú) o sobretodo el Gran Secreto de Ekwé, los tambores sagrados a través de los que se comunica el divino Abasí, jamás deben ser profanados por los no iniciados.

Otra cosa son las procesiones públicas que, en fechas señaladas, las cofradías abakua de Cardenas, Matanzas, Guanabacoa, La Habana, etc, celebran. En Guanabacoa, principal enclave de la magia cubana, visitábamos el templo abakua de Gamaroró Efo. Esta “potencia” ñáñiga ha protagonizado espectaculares procesiones encabezadas por su “Diablo” o Ireme, recorriendo calles y plazas al ritmo de los tambores hasta llegar a la costa, donde se sacrifican carneros, pollos y palomas en una espectacular orgía de sangre.

Sin embargo, bajo ningún concepto los tambores secretos, y los símbolos sagrados serán mostrados al profano. No obstante, en templo abakua de Uriabon Edi, en Matanzas, pudimos aprobechar un despiste del custodio (vigilante), para franquear una puerta y observar por unos instantes -lo que tardaron en descubrirnos- algunos de esos objetos sagrados, como los imponentes tambores rituales, los gráficos y firmas escritos en las alfombrillas del templo, o la cabeza de un macho cabrío negro entronada en una vitrina, y flanqueada por sendos muñecos de hechicería y un pequeño Irime o Diablito.

Sin embargo, y pese a poder atisbar a hurtadillas -con un cierto nerviosismo- algunos objetos sagrados, el Gran Misterio de Ekwé continua siendo el secreto mejor guardado de los ñáñigos. El secreto de la comunicación de Dios (Abasí) con los hombres a través del tambor sagrado. Un tambor que al principio de la historia fue cubierto con la piel de la princesa Sikán, sacrificada por haber dado muerte al sagrado Tanze, el enviado de la Divinidad.

La esencia del secretismo abakua para con esos grandes misterios la encontramos en un cuadro que presidía el templo de Uriabón Efí y que rezaba: “Lo que usted vea aquí / lo que usted haga aquí / lo que usted oiga aquí / cuando usted se vaya de aquí / déjelo que se quede aquí“.

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