Ten Cuidado con lo que Deseas...
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.porque
puede hacerse realidad. Un deseo, sólo eso basta para acaparar las
fauces del oscuro infierno. El mal tiene muchas armas y muchas formas de
camuflar sus perversas intenciones...
María era una chica ambiciosa y soñaba de día, de noche... no paraba de
soñar. Quería ser famosa, aparecer en todos los periódicos del país,
del mundo... ella siempre iba mucho más allá y no se rendía ante nada ni
nadie, era una persona muy perseverante. Era actriz y modelo, un
caramelo en potencia para la prensa del corazón. Pero a pesar de su
bonita cara y su espléndida figura nadie, ni un solo diseñador, ni un
solo productor, se había fijado en ella. Seguía insistiendo, algún día
se darían cuenta. Y ese día llegó. Un hombre, que más tarde dijo
llamarse Alec Toulouse, la vio por la calle y se le acercó, y con un
acento de francés aburguesado le habló:
- Hola, mon cheri –dijo el extraño, apuesto y galán, con una sonrisa.
- Hola... – María miró antes de contestar y no lo hizo de muy buena
gana.
Ambos se quedaron mirándose largo rato, el tiempo necesario para hacer
un completo reconocimiento visual. María pudo apreciar que aquel hombre
era de apuesta figura, vestía además, un esplendoroso traje rojo, quizá
de lo último de Armani o Emidio Tucci, tenía toda la pinta de ser de
alguna de esas dos colecciones, María estaba muy puesta en el tema. Bajo
el traje rojo, una corbata del mismo color y una camisa oscura. También
los zapatos eran rojos, y brillaban atrapados por el sol del casi
finalizado invierno. Debía tener unos cuarenta años. A María le pareció
que estaba muy bien para esa edad que ella sólo suponía. Al pensar esto
un rubor le subió a la cara. Él se dio cuenta del ligero color que
adoptó el rostro de María y, mientras dejaba caer un poco sus gafas de
sol sobre la nariz, esbozó una amplia sonrisa. Sus ojos quedaron al
descubierto, eran grises, nunca había visto nada igual, eran preciosos.
El pelo, que aún no era cano, le caía sobre la frente, no era demasiado
largo y llevaba un corte moderno, acorde con la ropa.
- Hola – volvió a decir el hombre y continuó – estoy buscando nuevas
modelos para mi colección de primavera – ahora se notaba mas que nunca
aquel acento francés, María no podía articular palabra, estaba
sorprendida, él se dio cuenta y prosiguió – y no he podido evitar
fijarme en usted, perdone mi atrevimiento y el no haberme presentado
antes. Alec Toulouse para servirle señorita – y alargó la mano. María la
tomó y la miró mientras le miraba a los ojos. Esto hizo que María se
sorprendiese más aún, no podía reaccionar.
- María... – no conseguía recordar su apellido, su sueño estaba a punto
de cumplirse, aquel era, sin duda, el primer paso hacia la fama, ahora
les demostraría lo que vale -... María... Montero. – Sonrió aliviada.
- Me gusta – sonrió acompañándola – estoy aquí por poco tiempo y si no
te importa me gustaría empezar cuanto antes.
- Pero... – dijo excusándose. Tenía que ir a casa, arreglarse un poco...
no podía ir así.
- Tranquila, allí tendrás todo lo que necesites. – conocía las
reacciones de las mujeres ente cualquier situación, había trabajado con
muchas...
- Bueno, vale. – Suspiró y lanzó una sonrisa agradecida. Ambos marcharon
en un lujoso coche descapotable que Alec tenía aparcado unas dos calles
más atrás.
María no quiso decir nada, pero el coche tenía matrícula de Madrid y eso
le extrañó un poco, pero no le dio importancia alguna a ese hecho tan
insignificante, debía ser de alquiler, si viajaba tanto como decía, un
coche propio sólo le resultaría una carga más. Alec condujo su flamante
coche hasta un edificio viejo y dijo a María que le siguiese. A María,
cada vez le parecía todo más extraño y sin sentido.
- Pero... aquí. – María no creía que aquello fuese un estudio, ni una
pasarela, ni nada de eso, estaba todo lleno de herrumbre.
- Tranquila bonita... tranquila... – Alec perdió el acento y ahora no
parecía más que un Antonio o un Pepe cualquiera, era evidente que no era
francés y seguramente tampoco sería diseñador y el coche... el coche
sería robado o prestado. Todo era una mentira, pero era demasiado tarde
para volver atrás, Alec o como quiera que se llamase había bloqueado
todas las salidas.
Tomó a María y ella empezó a gritar. No le valió de nada. Nadie la
oiría... jamás. Antes de que sus gritos se propagaran, Alec sacó una
enorme navaja y le atravesó la garganta, la sangre emanaba a borbotones,
salpicando el suelo sucio y el traje de aquel hombre. Éste fue rápido
y, antes de que María muriera, extrajo de entre las sombras una enorme
sierra eléctrica y empezó a cortarle brazos y piernas, luego le abrió el
pecho en canal. La descuartizó totalmente, pero la cara la dejó
intacta, incluso la limpió suavemente con un paño húmedo eliminando los
restos de sangre, era muy bonita. Todo estaba bañado en sangre y era un
cuadro bastante siniestro: el hombre de rojo de pie admirando su obra
con la sierra caída en su mano derecha aún despidiendo calor y María...
María distribuida por todo aquel suelo. El hombre rió a carcajadas y
esto fue lo último que oyó María antes de morir. Lo último que vieron
sus ojos: la gran sierra cayendo sobre sus brazos...
El cadáver fue encontrado un par de días más tarde y, al tercer día, los
periódicos del país y de todo el mundo y los medios de comunicación en
general tenían en primera plana la fotografía e imágenes de la víctima.
La noticia fue bastante codiciada y se llegó, más tarde, incluso a hacer
una película. Al final, María se hizo famosa, después de muerta, muy
famosa... todo el mundo apreció ahora su bonita cara, con los ojos
desorbitados y la boca entreabierta emanando sangre... muy famosa...

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